jueves, 24 de noviembre de 2011

La Apreciación, algo más allá del elogio.


Aun el elogio mas impecable de acuerdo a la estructura que nos plantea Kofmann, tiene intrínseca una factura que en las letras pequeñas dice: “si quiere recibir más de esto, necesita hacer más de lo que está haciendo”.

Necesitamos estar claros que al momento de elogiar a alguien podríamos estar intentando modificar su conducta, a modo de que repita lo que reconocimos como correcto. Esto hasta cierto punto podría ser manipulación. Pudiera ser que no estuviésemos respetando radicalmente al otro como un legítimo otro (Maturana), sino como nosotros esperamos que sea.

La definición más común de apreciación es la de agradecer o hablar positivamente de algo, pero me gustaría ir más profundo en la definición. Me atrevo a decir que la gran mayoría hemos experimentado en esa sensación indescriptible que sentimos cuando nos encontramos frente a una obra de arte en cualquiera de sus formas, desde una pintura, una escultura, un a construcción, una obra de teatro o una melodía, eso que hace que digamos aprecio que alguien haya hecho esto, que alguien haya regalado esto al mundo.
Más aun, cuando nos encontramos en la casa donde nacimos o pasamos gran parte de nuestra infancia, si los recuerdo son bellos, ese lugar va creciendo en valor dentro de nuestro corazón, lo apreciamos y se va apreciando aun más conforme pasa el tiempo.

Entonces apreciación la podríamos definir como hablar positivamente de algo, agradecer algo; estar sensiblemente consciente de algo como de una obra de arte; y permitir que algo crezca en valor dentro de nosotros por el simple hecho de ser.

Es justo en esta última parte de la definición de apreciación donde el elogio queda limitado. La apreciación se basa en la decisión consciente de elegir que algo crezca en valor dentro de nosotros por el simple hecho de ser

y eso se siente y es sentido por el otro.

Es cuestión de sintonizar con la persona y permitir que se manifieste lo que apreciamos de ella, aun sin conocerla.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Dilema, ¿Cambio institucional o individual para erradicar la corrupción en México?

Mientras que la encuesta de Valores México CIDAC concluye  que la debilidad de las instituciones  podría explicar la coexistencia de nociones contradictorias entre los mexicanos,  tales como saber que es malo meterse en la fila pero al mismo tiempo pensar que es de tontos cumplir la ley cuando nadie la cumple, esto implica que si fortaleciéramos las instituciones fortaleceríamos a la sociedad. Para ello podemos observar lo que sucedió con el cinturón de seguridad, al inicio varios pensamos que era la moda del momento, pero hoy es muy poco probable ver a alguien circulando sin el cinturón puesto.
Pero si partimos del hecho que las instituciones sociales están formadas por individuos que salieron de esa misma sociedad, ¿no es el cambio de mentalidad de algunos lo que propició el cambio institucional?
Se hace la luz con la consulta Mitofsky donde dice que el 32% de los mexicanos dice que nunca viola la ley, pero ese porcentaje baja hasta 18% después de leerle algunas de las posibles violaciones que se pueden cometer, lo que demuestra que existe una tolerancia hacia nuestras acciones.
Solo no nos damos cuenta a un nivel profundo de lo que si hacemos para restar integridad a nuestros actos.
La tolerancia por desconocimiento profundo de la traición a nuestros valores está cobrando un precio tan alto que somos la raza de bronce, ahora en corrupción, ocupando un tercer lugar, solo después de Rusia y China.
¿Qué rol juego yo en mi entorno social para favorecer la integridad de mi comunidad?


jueves, 10 de noviembre de 2011

Cuando confundo perdón con olvido

¿Cómo puedo confiar en alguien si conozco la naturaleza del otro a través de mis propias debilidades?  

Cuando puedo ver con claridad esta pregunta, entiendo que he vendado los ojos a la inocencia.
Si me sigo sintiendo culpable por lo que sé he hecho, ¿puedo demandar justicia cuando he sido injusto? ¿puedo demandar integridad cuando me he corrompido?
No importa si fue ayer o hace veinte años, esa voz dentro de mi hace que cuando me encuentro frente a una situación que me recuerda algo que no me he perdonado, me coluda (me quede cayado) o que cuando demande lo que es necesario, me sienta vacio, invitándome a no seguir mas.
No es necesario apedrear a la mujer pública, - el que esté libre que arroje la primera piedra- solo invitarle a que no se denigre más.
Hablo de la que vemos en los demás y de la que en ocasiones ocultamos en nuestro interior. Perdonar nuestra fragilidad y elegir no denigrarnos más… en cualquiera de sus formas.
Perdonar no es olvidar.

¿Cómo puedo saber entonces cuando he perdonado?

jueves, 3 de noviembre de 2011

¿Cómo se que estoy presente?

Estar presente, es el efecto de estar consciente.
Como diría Ken Wilber, ser consciente, significa percibir el mundo interior y exterior. Que siente, piensa, quiere y obra con conocimiento de lo que hace. Con pleno uso de los sentidos y facultades.
La pregunta toma profundidad. ¿Si estar presente es el efecto de percibir el mundo interior y exterior, existirán diferentes grados de “estar presente” en función de la habilidad de percibir tanto mi estado interior como lo que sucede fuera de mi? Yo creo que sí.
¿Cuáles son las señales de que estoy presente?
Cuando puedo sentir mi cuerpo, cuando estoy atento al siguiente pensamiento, cuando me concibo que tengo mis propios modelos mentales y soy capaz de observarlos.
Cuando al escuchar al otro lo hago con todo mi cuerpo, registrando su emoción, observando la reacción en mi tanto en mi cuerpo como en mi emoción.
En una conversación, cuando creo estar cien por ciento seguro de tener la razón y puedo observar esa “certeza” y conecto con mi propio observador, asimilando que estoy perdiendo la oportunidad de aprender algo, que estoy cerrándome a otra posibilidad.
Cuando puedo conectar con mis emociones y les permito fluir libremente, sin l freno de mis propios  juicios.
Cuando soy capaz de preguntar sin esperar una respuesta en particular.