jueves, 1 de diciembre de 2011

Ampliación de conciencia, el hijo pródigo

El primer contacto que tuve con el “hijo pródigo” fue en 1997, cuando en un intercambio de regalos navideño un seminarista me dio una réplica de un segmento de la pintura, donde está el hijo de rodillas y es abrazado por el padre. Me sentí perdonado y con una nueva oportunidad en mi andar. Volví a tropezar y el padre amoroso nuevamente me acogió en sus brazos, y otra vez volví a tomar mi herencia y me marché.
Sin embargo, nuevamente la malgasté y el padre volvió a recibirme en sus brazos y esta vez me prometí no volver a fallar, me cambié el nombre, me esforcé a lo máximo de mis capacidades y recuperé mi vida, el amor tocó a mi puerta nuevamente y busqué cumplir las reglas, ser buen hijo, buen esposo, hasta buen ciudadano y cuál fue mi sorpresa que al escuchar el compartir de George sobre la pintura completa, me di cuenta que seguía siendo parte de ella, pero ahora me había levantado del regazo del padre para colocarme al lado, como el hermano.
El “buen hijo”, el que se enaltece por la fortuna que le da la vida y critica al que recibe sin merecer, al que recibe del padre después de gastarlo todo, con la poca memoria que deja un ego fortalecido, que se acostumbró a mostrar sus cicatrices, mas no las heridas que todavía sangran.

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